
SUELO
En el valle predominan los sustratos silíceos, las vertientes escarpadas y cliseries típicas de la montaña mediterránea. Estos factores influyen en la edafogénesis y condicionan el desarrollo del suelo, de esta manera; las formaciones superficiales retrasan la colonización vegetal y la evolución edáfica. Las fuertes pendientes dificultan la estabilidad de los recubrimientos al igual que la concentración iluvial, por tanto no permiten la aparición de horizonte B.
Ahora trataremos las diferentes unidades edáficas que se encuentran dentro de la zona que hemos delimitado en el Valle del Jerte:
Tierras pardas: Por normal general, son suelos A(B)C. Están formados sobre granitos y arcosas.
Existen varios subtipos en el Valle del Jerte, pero en nuestra zona únicamente encontramos la tierra parda húmeda: Son suelos de profundidad variable. Predominan los colores pardo y pardo grisaceo en el horizonte A y pardo amarillento en el B. Muestra un alto contenido en materia orgánica.
Suelos aluviales: Se corresponden con suelos de vega; que son aquellos formados a partir de sedimentos modernos de origen fluvial. Predominan los arenosos, profundos y areno-limosos bien aireados. Su pH es elevado y muestra una riqueza de fósforo asimilable, de ahí su fertilidad.
Suelos mejorados por la actividad del hombre: Los suelos que se encuentran en las laderas bajas del Valle, hasta los 800-900 m de media, tienen una gran influencia del hombre, modificando sus propiedades naturales; abancalamiento, despedrado, abonado, etc. Entre las mejoras más importantes destacan aquellas sobre las propiedades físicas, como son el drenaje, la capacidad de retención del agua, entre otras. En el grado de evolución influye la edad del bancal, la altitud y la naturaleza del material incorporado. Por lo general, se destinan al cultivo de frutales, especialmente cerezo, viñedos y olivar.